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“Si voy con metralletas, se arma la de Dios”: La pelea entre Jesús Gil y Caneda que avergonzó al fútbol español

Entre puñetazos, insultos y guardaespaldas, el enfrentamiento de los presidentes quedó grabado para la historia

Jesús Gil propinando un puñetazo a José González Fidalgo, gerente del Compostela. EL MUNDO.
Jesús Gil propinando un puñetazo a José González Fidalgo, gerente del Compostela. EL MUNDO.

El fútbol español de los años noventa fue una tierra sin ley. En la época dorada de los presidentes-showman, aquellos que se creían más importantes que los propios futbolistas, no hacían falta guionistas. Bastaba con poner una cámara frente a una asamblea de presidentes para tener un espectáculo garantizado.


Y si en esa sala coincidían Jesús Gil y José María Caneda, lo más probable es que la reunión acabase en circo. Lo que nadie esperaba es que, un día de 1996, acabara también a puñetazos. Una trifulca captada por las cámaras que pasó a la historia del fútbol español.


El pasado en la cárcel de Jesús Gil


Para entender la magnitud de aquel enfrentamiento, hay que conocer la figura de Jesús Gil. Empresario, político y presidente del Atlético de Madrid durante 17 años, Gil fue un personaje excéntrico y desmedido en todos los sentidos. Su nombre se dio a conocer mucho antes de entrar en el mundo del fútbol por un trágico suceso ocurrido en 1969: el derrumbe de un restaurante del complejo Los Ángeles de San Rafael, una urbanización que él mismo promovía. El edificio se había construido sin arquitecto ni licencia, y el accidente se llevó consigo 58 muertos y 147 heridos. Gil fue condenado a cinco años de prisión por homicidio imprudente, aunque sólo cumplió 18 meses antes de ser indultado por Francisco Franco.

Jesús Gil esposado camino a prisión. El Español.
Jesús Gil esposado camino a prisión. El Español.

Lejos de caer en el olvido, esa tragedia fue el comienzo de una carrera marcada por la polémica. En 1987 se hizo con la presidencia del Atlético de Madrid y, poco después, también con la alcaldía de Marbella. En el club rojiblanco, Gil actuó siempre desde un estilo dictatorial y populista. Despreciaba a los periodistas, insultaba a los árbitros, desautorizaba a sus entrenadores y convertía cada rueda de prensa en un reality show.


José María Caneda: el rival inesperado


Al otro lado de esta pelea estaba José María Caneda, presidente de la Sociedad Deportiva Compostela, un club modesto que en los noventa vivió un sueño: ascender a Primera División y mantenerse durante cuatro temporadas. Caneda, empresario del sector cárnico, también tenía un carácter complicado y ningún filtro a la hora de hacer declaraciones. No tenía el poder mediático de Gil, pero tampoco se quedaba corto en sus palabras.

José María Caneda en su etapa como presidente del Compostela
José María Caneda en su etapa como presidente del Compostela

Dos trenes en rumbo de colisión


Las diferencias entre ambos surgieron durante las asambleas de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), encuentros que reunían a los dirigentes de los clubes para debatir cuestiones como el reparto televisivo. Eran reuniones tensas, de intereses cruzados, egos desmedidos y luchas personales. Jesús Gil, con su estilo autoritario y su costumbre de convertir cualquier espacio en su escenario personal, dominaba la escena. Le gustaba imponer ideas, acallar disidencias y marcar territorio.


Pero no todos estaban dispuestos a agachar la cabeza. José María Caneda, presidente del Compostela, no tenía el peso institucional ni el foco mediático de Gil, pero sí un carácter marcado que le llevaba a hablar sin medir las consecuencias. Su ascenso desde un club humilde le daba una perspectiva distinta y, sobre todo, no le debía favores a nadie, tampoco al todopoderoso presidente del Atlético. Caneda no se callaba, y Gil no toleraba las voces críticas. El conflicto era inevitable.


Ya a comienzos de 1996, ambos protagonizaron un cruce público de acusaciones. En una entrevista, Caneda llamó “tontos” a los ciudadanos de Marbella por votar a Jesús Gil como alcalde, dado su historial judicial y su personalidad. Las palabras no pasaron desapercibidas. Entre hipersensibilidades y egos desbordados, aquello fue una declaración de guerra.


La asamblea que se convirtió en una pelea de barrio


La cita clave llegó en marzo de 1996. La sede de la Liga de Fútbol Profesional acogía una asamblea crucial, en la que se decidiría la reducción de equipos en el campeonato —tras el escándalo del verano anterior con los descensos administrativos fallidos de Sevilla y Celta—, además del siempre polémico reparto de los derechos televisivos. Pero aquel día, los focos no estuvieron sobre los puntos del orden del día. Estaban en la puerta.


Jesús Gil fue el único presidente que se presentó con guardaespaldas, y lo hizo con dos, de hecho. Esto se interpretó más bien como una declaración de intenciones que como una medida de seguridad. Sobre su llegada, existen dos versiones: una afirma que el encontronazo con Caneda fue fortuito; otra, que Gil le estaba esperando con ánimo de buscar el enfrentamiento. En cualquier caso, cuando los caminos de ambos se cruzaron en el acceso al edificio, la tensión estalló.


"¿Quién eres tú para meterte con mi gente de Marbella?", le recriminó Gil. Las amenazas continuaron acompañadas de un "te arranco la cabeza" y un "eres un chorizo".


Junto a Caneda estaba José González Fidalgo, su gerente, quien salió en su defensa: "Y tú un hijo de puta". Aquel insulto desató el caos. Fue entonces cuando Jesús Gil propinó un puñetazo al gerente del Compostela frente a la atenta mirada de las cámaras de televisión, que lo captaron todo.


No hubo más golpes, pero sí un intercambio de insultos y desafíos verbales que rozaban el esperpento. Gil y Caneda se retaron a pegarse “en la calle”, mientras eran separados por empleados y dirigentes de otros clubes.


González: "Eres un cabrón y un montón de mierda".


Gil: "Qué quieres, desgraciao', que te pegue otra".


Caneda: "Qué valiente eres con éstos dos [en referencia a los guardaespaldas]".


Gil: "Quitaros, sal conmigo solo, ven, hombre, ven...".


Vídeo de la pelea entre Jesús Gil, José María Caneda y José González.

En medio del espectáculo, algunos presidentes salieron de la sala de reuniones, alarmados por el alboroto. Finalmente, fue Miguel Ángel Gil Marín, hijo de Jesús Gil, quien calmó los ánimos y pidió disculpas a los asistentes.


La reunión siguió adelante como si nada hubiese pasado, pero el daño estaba hecho. La imagen de los presidentes del fútbol español había quedado retratada frente a todo el mundo.


Epílogo de una pelea sin castigo


Al salir de la reunión, lejos de rebajar el tono, Gil lanzó una de sus características frases surrealistas: "Caneda es para mí como un chino en Pekín". Desde Santiago, la respuesta fue una mezcla de ironía y orgullo herido. El propio Fidalgo, con la cara aún dolorida, dijo que Gil “tiene la pegada corta porque está obeso”. Caneda, por su parte, afirmó que “si voy con metralletas, se arma la de Dios”.

Portadas de MARCA y AS el 9 de marzo de 1996. La hemeroteca del buitre.
Portadas de MARCA y AS el 9 de marzo de 1996. La hemeroteca del buitre.

Ni sanciones, ni investigaciones, ni consecuencias. La pelea se cerró con un apretón de manos ficticio y un pacto tácito para no avergonzar más a la Liga. Pero la herida quedó abierta y, con el paso del tiempo, el episodio se convirtió en una de las imágenes más recordadas de la historia negra del fútbol español.


El enfrentamiento entre Jesús Gil y José María Caneda va más allá de una simple anécdota: fue el reflejo de una época donde el fútbol se convirtió en un ring político y mediático donde egos desmesurados luchaban con la impunidad como norma.

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