La fina línea entre la decepción y el fracaso
- Juan Rubio
- 4 abr
- 2 Min. de lectura

La palabra fracaso es una palabra muy dura pero el fútbol realmente lo es. Es un deporte cruel y despiadado que suele desesperar a aquel que no le cae en gracia. Últimamente, el Atlético de Madrid ha sido el más desafortunado. El último mes ha sido muy cruel para los colchoneros que vieron cómo en algunos momentos le consiguieron aguantar la mirada a los dos gigantes del fútbol español, Real Madrid y FC Barcelona, para que al final el resultado sea el mismo de siempre.
La temporada del Atleti no es un fracaso. Lo podría ser por tener al entrenador mejor pagado de La Liga o por tener a una de las sensaciones de la temporada, Julián Álvarez. Pero de todas formas no lo es, no lo puede ser. El Atlético de Madrid de momento no tiene la exigencia de Real Madrid y Barça y tampoco tiene una plantilla al mismo nivel.
Pero sí que es muy decepcionante, tanto que es complicado diferenciarlo del fracaso. Era una temporada especial para los rojiblancos, por los fichajes y por el juego. Empezó 2025 líder y con la capacidad y el hambre de avanzar en Champions y Copa.
Tres meses después ya no se juega nada. Nueve puntos le separan del liderato liguero y está eliminado en los torneos del KO. El daño deportivo es asumible pero el psicológico irreparable. El famoso doble toque de Julián en la tanda de penaltis contra el Madrid fue el inicio del fin para los del Cholo que ya no lograron levantar cabeza. Y lo peor no es eso, es la falta de autocrítica que viene después, sobre todo por parte del entrenador.
Que la mejor temporada a nivel de juego y resultados acabe a principios de abril es como mínimo para señalar algunas cosas. Y es difícil explicar que una afición que tiene por lema ‘Nunca dejes de creer’ tenga que escuchar el discurso de alguien que parece resignado a su condición de inferior.
“No hay reproches, tampoco reclamos (a los jugadores)” dijo Simeone después de la eliminación copera y “Nos ganan casi siempre, pero la pasan mal” después de quedar fuera de la Champions contra el Real Madrid. Estas palabras en el banquillo madridista o culé supondrían la destitución del entrenador, en cambio el Cholo tiene ese margen. Ese margen se lo ha ganado él pero en la etapa actual no vendría mal una mirada más ambiciosa y desafiante.
Extraña todavía más el choque de discursos. Enrique Cerezo en diciembre decía que por qué no soñar con el triplete. Igual fue demasiado optimista el presidente en sus declaraciones, pero entre uno y otro debería haber un punto medio porque no se puede querer aspirar a todo, sentarte en la mesa de los grandes y evitar la crítica cuando los resultados no llegan.
Jugadores como Giménez lo entienden a la perfección. El central salió a pedir perdón “porque no supieron estar a la altura”. Así debería ser siempre, reconocer las expectativas y ser responsables con la afición cuando no se cumplen. En el fútbol se puede perder y no siempre perder significa fracasar, pero la autocrítica debe existir, se lo merece el club y se lo merece la afición.
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